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Una esperanza para las familias rotas.

  • Foto del escritor: Cristian Villanueva
    Cristian Villanueva
  • 28 may 2020
  • 6 Min. de lectura

Si algo es real en este mundo es el pecado, toda nuestra vida se ve plagada de deseos que van en contra de la voluntad de Dios, esto no solo sucede en nuestro ser, sino que también en la vida de todos aquellos que viven y comparten con nosotros, y si vives con otros, rápidamente podrás reconocer que son tan pecadores como tú. El pecado puede tener terribles consecuencias en el seno de nuestra familia, desde peleas, separaciones, e incluso algún familiar tomando la decisión de no vivir más en nuestro hogar. Sin embargo, Dios, en su multiforme gracia, tiene una respuesta para los que nos encontramos en esta situación.

Es mi deseo que podamos explorar la maravilla del milagro de la adopción y cómo este hecho tiene tantas implicaciones en nuestra vida.





El regalo de la adopción

Los teólogos y estudiosos han definido algo denominado el “orden de la salvación”, que dado el estudio sistemático de la Palabra, revela la secuencia de sucesos que se dan en la salvación de nuestras almas, la adopción se encuentra luego de la justificación, luego de que nuestra carga de pecado ha sido quitada de nuestros hombros, y declarados justos, somos misericordiosamente adoptados por Dios en nuestra nueva familia de la fe.


A veces podría verse a la adopción como una etapa más de la salvación, de hecho no necesitas saber el orden de la salvación para ser salvo, es algo que ocurre mucho más allá de nuestro entendimiento, pero reflexionar en ello solamente logrará que amemos aún más a Dios y le demos gloria por su amor.


“Dios seguiría siendo totalmente amoroso y digno de alabanza si nos hubiera justificado y no adoptado”

Recordemos la maravilla de nuestra condición como sus hijos, y la miseria de no serlo.


Fuera de Dios somos justamente llamados hijos de ira (Ef 2:3) e hijos de desobediencia (2:2; 5:6), incluso hijos del diablo (Jn. 8:44). Vivimos en este mundo que ha sido maldecido por estar lleno de pecado, el diablo era nuestro padre, y nuestra única esperanza era esperar el justo juicio eterno de parte de Dios, seguido por una eternidad de sufrimiento.


Sin embargo, Dios en su infinita gracia decidió salvarnos, haciéndonos sus hijos.


“Dios decidió de antemano adoptarnos como miembros de su familia al acercarnos a sí mismo por medio de Jesucristo. Eso es precisamente lo que él quería hacer, y le dio gran gusto hacerlo. De manera que alabamos a Dios por la abundante gracia que derramó sobre nosotros, los que pertenecemos a su Hijo amado.”


“Sin embargo, cuando se cumplió el tiempo establecido, Dios envió a su Hijo, nacido de una mujer y sujeto a la ley. Dios lo envió para que comprara la libertad de los que éramos esclavos de la ley, a fin de poder adoptarnos como sus propios hijos”


Dios desde la eternidad decide salvar a sus enemigos, y aún más decide adoptarlos como a sus hijos y amarlos eternamente, dándonos el derecho de ser sus hijos (Jn. 1:12)


La realidad de la adopción implica hermosas realidades en nuestra vida, siendo una de ellas nuestra entrada a una nueva familia.





Una nueva familia


Las personas adoptadas en la familia de Dios, aunque provengan de familias que han sido desarmadas y desgarradas culpa del pecado de este mundo, pueden encontrar paz y aliento en una familia nueva, guiada no por líderes imperfectos, sino por la guía perfecta del Padre. Y nuestra entrada a esta nueva familia está marcada por nuevos deleites, derechos y propósito.


En primera instancia, somos recibidos en el seno de la iglesia, que cuenta con personas para servir, amar y por las cuales dar la vida. Es la iglesia donde cada miembro es de suma importancia, cuidado y puesto en su lugar por Cristo, cumpliendo su función para dar gloria a Dios, para buscar el crecimiento de sus hermanos, y crecer junto a ellos.


En segunda instancia, al pertenecer a una iglesia, ahora existen personas que alcanzar, un reino que extender. Este es el propósito del cristiano y la iglesia, porque Dios la ha elegido para predicar la Buena noticia del sacrificio de Jesucristo y procurar la salvación de aquellos que se pierden.


“Así, mientras nace un bebé espiritual, es recibido por los brazos amorosos de una familia dispuesta a amarle incondicionalmente”

De la misma manera, la adopción demuestra el amor de Dios en un carácter personal.



Dios como Padre

Puede que tu hogar haya sido dividido por el pecado, o puede que se mantenga “unido” en el sentido más amplio del término, si bien las personas no abandonan ese hogar, sus relaciones se han enfriado, o puede que alguno de tus familiares haya fallecido, o que no recibas el afecto que verdaderamente necesitas, incluso en esos aspectos Dios se muestra.


La falta de una abrazo y la aprobación de nuestros padres o hermanos, es sobrepasada por la dulce y misericordiosa aprobación de nuestro Papá celestial, al ser reconocidos como “Aceptos en el amado” (Ef 1:6) y somos aprobados de la misma manera que Dios aprueba a su Hijo (Mr 1:11).

No solo se nos dió una nueva vida espiritual, y no solo se nos declara justos delante de Dios, que son bendiciones terriblemente grandes, sino que Dios va aún más allá. Dios no nos soltó la mano luego de justificarnos, sino que su gracia sobreabunda y se vuelve nuestro Papá amoroso y compasivo.

Nosotros, que éramos sus enemigos, somos hechos hijos que pueden acercarse al trono de su amoroso Papá, que se inclina alegremente para oír sus oraciones, pasamos de ser los condenados a aquellos que están escondidos en Cristo (Col. 3:3).


Dios mismo viene a morar dentro nuestro! El Espíritu Santo nos une a Dios de una forma cercana y es guía a nuestra vida, y gracias a él podemos llamar Padre a Dios (Ro 8:14-16, Gal 4:6)


No solo eso, sino que se nos promete la eternidad junto a Dios y somos llamados coherederos con Cristo (Ro 8:17, 23), y el mismo Cristo, Dios hecho hombre no se avergüenza de llamarnos sus hermanos (Heb. 2:11-12, Ro 8:29)


El apóstol Juan resalta con gran gozo la maravilla de la adopción.

“Miren con cuánto amor nos ama nuestro Padre que nos llama sus hijos, ¡y eso es lo que somos! Pero la gente de este mundo no reconoce que somos hijos de Dios, porque no lo conocen a él” 1 Juan 3:1


Pensar en la adopción me hace recordar a una porción del libro de David Platt: “Sígueme” , al enfrentar el proceso legal de adoptar un hijo, se tomó la tarea de predicar el Evangelio a la agente encargada de los papeles y el trámite de adopción, la cual fue salva.


“[...]mientras Heather y yo abordábamos el avión, volteamos a mirar con nuestro hijo en brazos a la vez que saludábamos a una hija en brazos de Dios.”

La Biblia también tiene una historia que resalta las realidades de la adopción que pudimos ver.


El ejemplo de Ananías y Pablo


Puedes encontrar este pasaje en Hechos 9:1-19.

Mientras Pablo se ocupaba de perseguir a la iglesia, Cristo mismo se aparece en su camino, luego de esto, Pablo pierde su vista y queda en soledad dentro de Damasco, reflexionando en la realidad del Evangelio y Cristo.


Al mismo tiempo, Ananías el líder de la iglesia en Damasco es enviado por Cristo mismo a buscar a Pablo, para que este recobrara la vista y comenzara su vida en Cristo.


Pablo, ahora un bebé en la fe, ciego y débil no quedó huérfano y sin ser reconocido dentro de la familia de la fe, sino que este lobo, ahora vuelto cordero por la mano amorosa de Dios, era recibido por aquellos que había perseguido y estaba dispuesto a matar.


Es Ananías, quien seguro estaría en la lista de “los más deseados” para Pablo que ahora le recibe y le llama hermano. Luego de esto, Pablo iniciaría su ministerio y se convertiría en elemento útil para Cristo y la propagación del Evangelio que hoy conocemos.



La adopción y su costo


Quizás no recibiste ni recibes muestras de afecto, ni cuidado actualmente, sin embargo, el amor de Dios mostrado en la cruz es la muestra de amor más grande que cualquiera de nosotros pudiera recibir. Y esa muestra de amor tuvo un costo infinito, ya que Cristo, el Hijo amado de Dios, se hizo hombre, vivió una vida perfecta sin pecado, y tuvo que morir en nuestro lugar por nuestros pecados. Es la muerte de Jesucristo y su resurrección, las que hacen posible, que al día de hoy, no solo estemos en relación correcta con Dios, sino que podamos conocerle como el Padre amoroso que Él es.


Puede que pienses que tu familia es la perfecta, no tiene nada malo, sino que incluso te aman y los amas, eso es verdaderamente bello, pero debo advertirte que sin Cristo nada de eso vale, porque sin Él, el día del juicio no serás recibido por Dios como un padre amoroso, sino como el Juez que dicta la sentencia por tus pecados, y esta es la muerte eterna, separado de Él y su gloria para siempre.


Es mi deseo y oración que corras a los brazos de este Padre amoroso, que encuentres en Él una satisfacción y paz infinitas, que jamás encontrarías en otro lugar, este Padre que regala vida eterna, que ama desde siempre y nos asegura la eternidad con él.


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