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El autoexamen: herramienta básica del arsenal cristiano.

  • Foto del escritor: Cristian Villanueva
    Cristian Villanueva
  • 10 abr 2020
  • 6 Min. de lectura

Hace un tiempo estaba cenando con unos amigos, habíamos compartido todo el día, y mientras pasaba la noche pudimos reflexionar sobre las realidades del ministerio cristiano, y que significa vivir verdaderamente para Cristo; en un momento dado, uno de ellos hizo una muy buena pregunta: “¿Como hacer para saber si lo que hago, lo hago para la gloria de Dios y no por costumbre?”, y mi respuesta fue, sin dudarlo: El autoexamen. Es importante poder explicar por qué el autoexamen me parece tan necesario y útil para el caminar cristiano, y como en las manos de Dios llega a ser una bendición.





Competitivo y ambicioso


Si pudieras hacer un examen de mi vida desde la niñez hasta el día de hoy, podrías darte cuenta rápidamente de dos cualidades de mi carácter, soy una persona competitiva, y ambiciosa. Desde el patio de juegos a los deportes, desde las tareas a los estudios más complejos, siempre quise ser el mejor en lo que hacía, una actitud orgullosa sin duda; de todos modos, si se desea conseguir este tipo de metas, es necesario contar con una buena dosis de autoexamen y una fuerte autocrítica.

Si mi compañero pateaba la pelota mejor que yo, iba a casa y analizaba cada movimiento tanto mío como suyo, y practicaba hasta lograrlo de la mejor manera. Al igual con mis estudios y notas. Con suficiente práctica, el autoexamen se vuelve algo diario y comienza a tomar más dominio sobre cada una de las actividades que realizaba: Conocer la mejor ruta para viajar en la ciudad, obtener los mejores asientos para la función preferida, o expresar una idea de la manera más clara y entendible.

Sin embargo, Dios hizo algo maravilloso, digno solo de su mano y el poder de Su Espíritu, porque yo jamás podría haberlo hecho por mis medios: Volver este aspecto de mi carácter, tan centrado en mí mismo, y enfocarlo hacia Él. De este modo, mi competitividad y ambición, redimidas en Cristo se han vuelto aliadas de mi santificación.




A menudo la ambición es vista como un aspecto oscuro del carácter de los hombres, y así debe ser, la ambición se despierta en los corazones pecaminosos de todos los hombres, y estos solo buscan pecar. Sin embargo, el Evangelio de Jesucristo, puede volver de esta característica algo hermoso, que traiga honra a su nombre.


No son pocos los ejemplos de hombres ambiciosos que encontramos en las escrituras, los apóstoles al discutir sobre quién era el más importante de ellos, fueron corregidos por El Maestro, recordándoles que:"Si alguno quiere ser el primero, será el postrero de todos, y el servidor de todos." (Mr.9:35).

Cristo no está reprendiendo el hecho de que deseen ser los primeros, sino que lo dirige, a donde verdaderamente los apóstoles deben ser competitivos y ambiciosos, siendo los primeros, al servir a los demás.


O el apóstol Pablo, hombre audaz y dedicado en la obra del Evangelio le dijo a sus hermanos en Corinto:


"Hago lo que sea para difundir la Buena Noticia y participar de sus bendiciones.¿No se dan cuenta de que en una carrera todos corren, pero solo una persona se lleva el premio? ¡Así que corran para ganar!” (1 Co. 9:23-24).

Un ejemplo de ambición santa si los hay!


O Jonathan Edwards, escribiendo resoluciones de vida a los 19 años, proponiéndose ser el cristiano que más hiciera brillar los valores del cristianismo en su persona, ser el mejor cristiano de su época. (Resolución 63)


“Es sino hasta que el cristiano se ve sinceramente al espejo de la Palabra que podrá ver verdaderamente sus defectos”

Un autoexamen correcto


Ahora, ¿Cómo hacer un correcto autoexamen? Existen ciertas pautas que no son negociables:

  • Tu autoexamen no debe estar guiado por tus valores, ni la sociedad que te rodea.

  • El verdadero autoexamen es completamente guiado por la Palabra de Dios.


“Un hombre sincero con una Biblia abierta, un cuaderno y un lápiz, seguramente descubrirá que es lo que está mal en él, rápidamente.”-. A.W. Tozer

Un examen de nuestras vidas es bueno y útil solo si está guiado por la Palabra de Dios. Es aquel que nos ha creado, el que verdaderamente conoce la forma en la que debemos vivir, es él quien ha dejado expresada su voluntad para nuestras vidas en su Palabra. Aquel que es el Justo, puede darnos un examen imparcial de nuestras vidas, y al mismo tiempo darnos la misericordia y amor para guiarnos a vivir como él desea. Porque como Padre amoroso, corrige, y como es perfecto deberíamos estar dispuestos a recibir de esa corrección, y mantenernos velando constantemente, con la herramienta del autoexamen.


Algo es verdad:

Si quieres ser verdaderamente exitoso en la vida cristiana que Cristo ha dispuesto, debes ser terriblemente claro en tu autoexamen.

Preguntas dolorosas


La Palabra de Dios siempre ha de ser el suelo firme donde se apoya nuestro autoexamen, si no es así, corremos el riesgo de hacerlo incorrectamente. Si algo hace la palabra es exponer nuestra maldad. La espada del espíritu, penetrando hasta el fondo de nuestro ser, demuestra nuestras intenciones y nos deja desnudos ante Dios. (Hb. 4:12)


Y si queremos hacer un autoexamen que verdaderamente glorifica a Dios, deberemos hacernos preguntas realmente claras y contundentes a nosotros mismos. A través del tiempo, luego de examinar la Palabra de Dios me siento a ver cómo está mi corazón y con ayuda de Dios, mi corazón y sus deseos quedan expuestos. Recuerdo correr a los pies de Dios con mi corazón roto, al poder preguntarme a mí mismo si mis intenciones eran verdaderas, y ver pecado en ellas. Preguntas como:


¿Sientes gozo al amar a Dios y poder alabarle? Es triste ver que como cristianos nos olvidamos de las maravillosas bendiciones que Dios nos ha dado. El poder ir a la iglesia, a compartir con su cuerpo, con su pueblo, elegido desde la eternidad, amado indefiniblemente, y muchas veces el domingo no nos preparamos para esa maravillosa experiencia, sino que simplemente “vamos a la iglesia”.


¿Sientes gozo al sufrir por el Evangelio? (2 Co 4:6-18, Sn 1:1-2)

¿Ves que aquel que más se interesa en tu santificación está llevándote de la mano a parecerte más él, para poder ser presentado perfecto delante de su gloria? O es “una mala época” de la que Dios debe sacarte porque eres su hijo y ningún mal debería tocar a tu puerta.


¿Hay gozo en el negarte a ti mismo? O lo haces por obligación, no viendo el peso que tienen las ofrendas a Dios. Sin entrega, sin autonegación. ¿Recuerdas que tienes a Cristo, y que él es la base de todo servicio a tus hermanos, por su muerte en tu lugar? Y que fue muy claro en que si alguien deseaba seguirle, debía negarse a sí mismo, y tomar su cruz. (Mr. 8:34)


¿Discutes sobre teología porque deseas que Cristo sea glorificado en el entendimiento del Evangelio por parte de tus hermanos?¿O solo porque crees tener la razón?

Si un hermano cree que la salvación se pierde, discutes con él porque deseas que su corazón descanse en la eterna promesa de que todos aquellos que el Padre le ha dado a Cristo le pertenecen por siempre, o discutes para demostrarle su error.


Si haces un claro autoexamen, es posible que muchas de tus buenas acciones estén manchadas de pecado.

“Excelentísimo antídoto al orgullo es la Palabra de Dios”

Esperanza eterna

Ahora bien, puede que al examinarte encuentres muchas fallas en tu corazón e intenciones, pero esto no es invitación al sadismo, ni derrotismo cristiano, si fuera así no tendría el más mínimo sentido hacerlo, dónde estaría el resultado de este ejercicio.


Primero que nada es un ataque directo a nuestro orgullo. Como hombres pecadores, nuestro corazón siempre busca ser adorado y alabado, quitar a Dios de su lugar y ponernos a nosotros mismos en el trono de la alabanza.

Un correcto examen propio debe ser imparcial, y solo la Palabra de Dios es el instrumento dispuesto a ese fin. Excelentísimo antídoto al orgullo es la Palabra de Dios.


Es por eso que al autoexamen nos invita a quitar la mirada de nosotros mismos, de nuestra indulgencia al pecado, y ver al ejemplo máximo.


Puesta nuestra mirada en Cristo, todos los argumentos falsos que nuestro corazón levanta son derribados por la perfección de su ser, por lo real de su amor, por lo sincero de sus intenciones, por lo entregado de su servicio, si alguien debe venir a la mente al examinarnos y pensar en una meta de vida, ese es Cristo, el perfecto hijo de Dios.

Es Dios el más interesado en nuestra santificación, es Él quien nos llama a salvación desde la eternidad, nos da vida, y nos hace caminar en esta tierra para parecernos cada vez más a Cristo, y algún día vivir eternamente con Él, en su gloria.


Por último, un correcto autoexamen debería llevarte a reflexionar en la eternidad, si este hábito está presente en tu vida no deberías sentir que nunca vas a cambiar cada vez que encuentras pecado en tus intenciones y acciones, sino que deberías pensar en la hermosa esperanza que tienen los hijos de Dios: Pronto no volveré a pecar, mi corazón será puro delante de Él, mis intenciones serán completamente santas y mis anhelos estarán en completa sintonía con los suyos, y le amaré perfectamente, y conoceré más de su amor por toda la eternidad.


Querido hermano, es mi deseo y oración que este hábito sea real en tu vida, y que a través de él tu santificación sea impulsada a crecer, de la mano de aquel que te ama eternamente y te sostiene en la palma de su mano.


 
 
 

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